Su profundo color de sangre hizo que lo bautizaran con el nombre del dios guerrero: Marte. Y la coincidencia de color entre el planeta y la sangre no es una casualidad. El hierro combinado con el oxígeno, en forma de óxido, es lo que dota de color rojo tanto a la superficie del planeta como a la hemoglobina que corre por nuestras venas. Marte nos fascina, y no solo por su color de vida y guerra.
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