Parece que la “Mano Invisible” que predicara Adam Smith sufre un esguince. Aunque, más bien, tiene pinta de ser el Síndrome del Túnel Carpiano que se ha generado por el sobreesfuerzo que le supone bregar con especuladores, inversores, analistas, sinvergüenzas y demás gerifaltes que se hinchan con el liberalismo. Y es que la condición de ladrón, no está reñida con la de listo, a pesar de lo que dicta la condescendencia. Por mucho que nos cuenten los adalides de la bondad humana, la regla es que el ladrón, hoy día, no es un pobrecito maltratado
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