Todos los amantes de Juego de Tronos sabéis que el ejército de los muertos está a las puertas de Invernalia, y que dicho ejército, dirigido por los caminantes blancos, tiene el poder de convertir en su soldado a todo ser humano que maten. Por tanto, no hay nada mejor para ellos (y peor para los vivos) que dejar zonas pobladas y mal defendidas a su merced, pues representan una excelente fuente de nuevos combatientes para su ejército.
Los ejércitos de los hombres se han acuartelado en Invernalia y esperan hacerles frente desde allí con una excelente estrategia: mientras el grueso de los caminantes blancos y sus muertos chocan contra los muros de la ciudad, el rey de la noche penetrará en solitario a la zona del árbol sagrado buscando al cuervo de tres ojos, pues le necesita para cumplir su plan de acabar con la Humanidad. Allí será emboscado y lo matarán, provocando con ello la muerte de los cientos de miles de muertos de su ejército, que dependen de su magia para existir.
Esta estrategia es válida porque entre Invernalia y la tierra de los muertos no hay zonas pobladas, lo cual implica que el ejército de los muertos no crecerá durante su avance. Pero si en vez de atacar desde el norte atacaran desde el sur (densamente poblado), la estrategia de los vivos debería ser totalmente distinta, pues cada núcleo de población que los muertos tomen implicará un aumento exponencial de su ejército. Si los muertos atacasen desde el sur, sería suicida dejar a su merced cualquier zona poblada, y se haría preciso hacerles frente desde la misma frontera usando para ello cualquier fortificación mínimamente sólida.
Extrapolando lo anterior al debate electoral de ayer, creo que Sánchez cometió el grave error que he descrito en el párrafo anterior. Mantuvo un perfil bajo, no respondió prácticamente a los ataques de Rivera y Casado, y eso le hizo perder mucho terreno. Su idea debió ser la de encastillarse en Moncloa, confiar en la buena prensa que le han dado sus "viernes sociales" y usar esa posición de fuerza para aguantar los envites sin salir al campo de batalla. En cierta medida, Casado cometió el mismo error confiando en la posición de fortaleza que le da estar a la cabeza del partido más votado.
Sin embargo es un terrible error. "Quien calla otorga", y la imagen de no responder a una crítica es nefasta, pues implica asumir que es cierta. En un escenario donde el volumen de indecisos es alto, esta estrategia es si cabe más nociva. Rivera e Iglesias lo sabían, y por eso se lanzaron a por todas en el campo de batalla (cada uno con su estilo). Y los perdedores fueron quienes se encerraron en sus fortalezas.
Nos encontramos en un escenario donde cada voto cuenta, y seguirá contando después de las elecciones. Existen más opciones políticas que nunca, más beligerantes y activas que en ningún periodo anterior. Todas van a atacar del modo más ruidoso posible a sus rivales, y quien se repliegue ante el ataque será el perdedor, pues admitirá con su silencio que los reproches son ciertos. Por ello, la peor estrategia posible es la de callarse y mantener un perfil bajo.
Pero imaginemos que Sánchez gana las elecciones y puede gobernar con Podemos. En ese escenario, deberá comportarse con la máxima ejemplaridad y transparencia durante todo su mandato, pues sólo unos pocos miles de votos le separarán de la derrota...y esos votos dependerán de que pelee en cada batalla con una estrategia perfecta y con todas sus fuerzas. No sería la primera vez que una opción política se queda a las puertas del gobierno y, a la legislatura siguiente, lo consigue holgadamente por los errores de quien lo presidió. En los próximos años nos espera la batalla política más intensa de las últimas décadas, y quien se encierre en su fortaleza acabará muriendo de inanición tras un implacable asedio.