La industria española es capaz de ser competitiva cuando todas las partes implicadas trabajan con sentido común. En estos años de crisis no se ha cerrado ninguna planta y ha mantenido e incluso aumentado su carga de trabajo. Con algunos altibajos, sí, pero las fábricas españolas ganan a las instaladas en otros países de la UE. Y exportan a países emergentes.
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