Manipular el juicio de las personas es más fácil de lo que parece: nuestros cerebros parecen haber sido diseñados para ser crédulos y para dejarse influir por los datos inmediatos. La conclusión es que toda creencia pasa por el filtro impredecible de la memoria contextual. O bien recordamos directamente una creencia formada con anterioridad, o bien calculamos lo que creemos basándonos en los recuerdos que nos vienen a la cabeza en ese momento.
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