La falta de control fluvial en la cabecera de la cuenca no solo ha propiciado daños por valor de 15 millones de euros en Aragón, sino que ha evitado que este agua pueda aprovecharse. Y solo en lo que va de mes, el Ebro ha vertido al mar el doble de lo que se estima que consume la población y la industria en toda la cuenca en un año. Un dato que duele más viniendo de unos años secos.
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