Sobre la una de la madrugada, los servicios de emergencias recibieron la llamada de un pescador deportivo. El hombre estaba atónito. Se encontraba con su caña cuando empezó a oír ronquidos. El ruido no era el habitual de la zona portuaria. Y empezó a enfocar con su linterna a ver qué veía. Se quedó de piedra al comprobar que, en las rocas del espigón comercial, había dos jabalíes, uno de unos cien kilos y otro algo menor -se cree que podían ser la madre y una cría-.
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