Los trabajadores de una empresa de muebles de El Prat de Llobregat (Barcelona) se dieron cuenta de algo extraño en los primeros meses de 2013. Cinco de ellos habían sido multados por cosas que no habían sucedido: conducir usando el teléfono móvil, conducir sin cinturón de seguridad o saltarse una señal de stop. Ni siquiera habían pasado por allí con el coche. El origen de las multas misteriosas, según declara probado en firme el Tribunal Supremo, era un agente de tráfico de los Mossos d'Esquadra hijo de una compañera de trabajo
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