Don Quijote es marxista y muy kantiano

Para justificar esta tesis es necesario tener en cuenta que el marxismo es consecuencia del pensamiento de Hegel y este a su vez consecuencia del pensamiento de Kant y Kant es dios, es decir, Kant, es un viejo de mierda. Como corolario de la tesis sostengo que, más de un siglo antes del giro copernicano de Kant, en El Quijote está desarrollada la idea de que la identidad es una irrealidad que no nos es propia, argumento que da la razón a la filosofía buenista (de Gustavo Bueno) según la cual España con la conquista de América y junto a la herencia escolástica es la verdadera madre de la modernidad.

Como recordaba Francisco Umbral, en el discurso por la entrega del premio Cervantes, Voltaire dijo:

Yo, como don Quijote, me invento pasiones para ejercitarme

para Umbral 

Esta gentil declaración de Voltaire encierra, me parece a mí, la más fina y sutil interpretación de Cervantes. Porque Don Quijote no está loco y Cervantes mucho menos, eso lo sabemos desde el principio del libro. Don Quijote es hidalgo cincuentón y soltero que, llegado a ese ápice de la vida, decide pegar el salto cualitativo y cambiar la realidad de los libros por la irrealidad de la vida, mucho más palpitante y vibrátil de lo meramente escrito.

Los mucho españoles que están leyendo el artículo con la intención de cagarse en las muelas del autor de semejante sacrilegio sin duda se están preguntando; ¿Qué cojones tiene esta mierda que ver con que el Quijote sea marxista? Me gustaría contestarles que nada, que solo era para disfrutar leyendo como sueltan su bilis, pero felizmente van a poder soltar su estulticia más a gusto si cabe, porque Marx y Alonso Quijano están inextricablemente relacionados. Para des-inextricar (el des-inextricador que lo des-inextrique… ) esta relación hay que analizar otra relación más inextricable (… hace poco aprendí esta palabra) si cabe. La de Hegel con Kant.

Como punto de partida del análisis, las dos grandes operaciones que Kant lleva a cabo son:

  1. mostrar que la operación del saber constituye lo que captamos como objetos;
  2. mostrar que los “objetos” clásicos de la metafísica (Yo, Mundo, el Dios de la razón teórica) no son objetos exteriores, y por sí mismos, subsistentes y cognoscibles, sino necesidades y operaciones internas de la propia razón, en su uso teórico.

El yo individual no es una “cosa” por sí mismo (como el cogito cartesiano). Ponemos el orden del mundo y, con ello, es nuestra actividad cognoscitiva la que nos permite captar algo como mundo. Hasta aquí es evidente porqué El Quijote es kantiano, aunque sería más correcto decir que Kant "es" quijotesco.

¿Qué pasa con Hegel? Parto de la idea de que el concepto hegeliano de superación no se reduce a un simple acto de "ignorar una contradicción", sino a un reconocimiento de esta sin el cual no se puede superar la antinomia y así la inextricable (que bonita es) relación entre Alonso Quijano y Don Quijote entra en juego. Cervantes, como Hegel, lejos de rechazar la ley de no contradicción la radicaliza, y la pone exactamente en el centro del pensamiento, en este caso de Alonso Quijano siendo Don Quijote o de Don Quijote "superando" a Alonso Quijano. Como Don Quijote con Dulcinea, Hegel "sueña" a su propio pensamiento como la superación del pensamiento de Kant que como parte de su estrategia argumentativa en contra de la posibilidad de la metafísica como ciencia, confecciona una serie de argumentos, cuya finalidad es demostrar que del uso metafísico de la razón, es decir, del uso de la razón libre de ataduras empíricas, se derivan contradicciones de manera necesaria.

Aunque no sea necesario para la argumentación comparto, por su belleza, una de las antinomias descritas por Kant.

Supóngase que el mundo tiene comienzo en el tiempo. De este supuesto se sigue que hubo un tiempo en que no existió nada. Pero si hubo un tiempo en que no existió nada, dado otro supuesto, de la nada no puede venir nada, entonces ahora no habría nada. Que ahora no haya nada contradice otro supuesto bastante obvio, saber que hay algo. Por tanto no es posible que el mundo haya tenido comienzo en el tiempo. Respecto a la conclusión de la reducción anterior, suponga que el mundo no tuvo comienzo en el tiempo. Si es así, antes de que cualquier evento haya ocurrido, debió haberse completado un infinito número de eventos previos. Dado que es imposible que se complete un infinito número de eventos, entonces no habría ningún evento, lo cual contradice el obvio supuesto de que hay por lo menos un evento. Por lo tanto no es posible que el mundo no haya tenido comienzo en el tiempo. Como conclusión razonada de esta antinomia podríamos decir que a Kant se le quedaría el culo torcido descubriendo que la teoría del Big Bang parte de la experiencia empírica.

Hegel estima que la exposición y demostración de las antinomias es el aspecto más valioso de la filosofía de Kant. Según Hegel

Este pensamiento según el cual la contradicción que se asienta sobre lo racional a través de las determinaciones del entendimiento es esencial y necesaria, es para uno el más importante y profundo de los avances de la filosofía del tiempo moderno

Teniendo en cuenta la esencialidad y necesidad de las contradicciones Hegel considera deleznable la tesis inferida por Kant. Para Hegel:

Este punto de vista tiene tanta profundidad como trivialidad tiene la resolución, la cual consiste sólo en ponerse tierno con las cosas mundanas: No debe ser que la esencia mundana tenga la marca de la contradicción, sino que ésta debe provenir sólo de la razón pensante.

Kant concluye que del uso metafísico de la razón se siguen necesariamente contradicciones, pero tales que no vale que esa misma razón aplique sobre ellas la regla del absurdo: dichas contradicciones son esenciales a la razón. Kant resuelve que la razón pura es contradictoria, y que por ende habría que reprimir el uso metafísico de la misma: prohibirle que se ocupe de la realidad en sí y encargarle a cambio que se ocupe solo del mundo sensible, del fenómeno. ¿Por qué juzga Hegel que tal ternura hacia la sensibilidad es una resolución trivial? Porque la única manera de justificar la posición de Kant depende de hacer uso metafísico de la razón. Según Hegel:

No ayuda en nada hacer uso del recurso según el cual la razón cae en contradicción sólo por aplicar las categorías, pues también se afirma que aplicar las mismas es necesario y que la razón no dispone de otras determinaciones para conocer qué son las categorías.

La intuición nos induce a creer que las contradicciones son malas o totalmente indeseables y, por lo tanto, que habría que hacer todo lo posible por eliminarlas o, incluso, evitar su generación. Pero precisamente, según Hegel, el mérito imperecedero de Kant es haber mostrado que, en el caso de las antinomias, es lo mismo negarlas que generarlas. De modo que por el hecho de haber encarado el asunto de las contradicciones del modo como Kant lo hizo, rechazándolas, habría hecho una inferencia inválida, dándole la espalda a su gran aportación. Cabría alegar que no es lo mismo negar que rechazar, que negar es una función de oraciones, pero que rechazar es una función de acciones. Pero aun admitiendo esta distinción es verdad que no se sigue del hecho de que una proposición sea antinomia que esta proposición sea rechazable, no porque no sea posible una regla práctica que autorice una clase de inferencia semejante, sino porque, al hacer uso de esta regla, se incurriría en contradicción, de modo que se estaría eludiendo una antinomia de proposiciones a cambio de admitir una antinomia pragmática. Pero si el problema era con las antinomias, entonces este intercambio es irrelevante.

Según Hegel:

El significado cierto y positivo de la antinomias consiste, en suma, en esto: que todo lo que es efectivamente real contiene en sí determinaciones opuestas

Hegel busca el conocimiento del universal, desde donde considerar que incluso este carácter de las antinomias se encuentra no solo en casos aislados, sino también latente en todo aquello que es real. Quijote y Sancho cabalgando en busca de Dulcinea.

¿Qué pasa con Marx? Según lo expuesto hasta aquí, queda claro (como el agua clara) que Marx y Don Quijote son hegelianos o, dicho con más propiedad, Hegel y Marx, por herencia de aquel, son quijotescos. Que Marx es quijotesco se manifiesta además en una realidad absolutamente inextricable (con dos cojones); más que inspirar, ambos nos avocan a la acción.