Se puede adquirir fobia a cualquier cosa. Basta con que una medusa se cruce en el camino de un niño que está dándose su primer baño para que sufra talasofobia: miedo al mar. Se puede desarrollar miedo a cosas tan placenteras como el sexo (erotofobia), la libertad (eleuterofobia) o el propio placer (hedonofobia). La diferencia entre un simple miedo y una fobia es que ésta implica unas grandes dosis de ansiedad ante una situación o estímulo, que pueden causar en la persona problemas sociales o laborales y afectar a su calidad de vida.
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