Cuando a Pierre De Geyter le pidieron que musicara un poema revolucionario de Eugène Pottier, no pensaba que millones de proletarios asumirían su obra como propia. Y, desde luego, ni podía imaginarse que la partitura se convertiría en una pensión de lujo para sus herederos. De ahí que ni siquiera se molestara en firmarla con su nombre completo, lo que provocó un pleito familiar de diez años para determinar quién era el legítimo dueño de sus derechos de autor. Relacionada con "Los socialistas deberán pagar a la SGAE por cantar la Internacional"
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