"Todo el mundo está dispuesto a cambiar una determinada cantidad de algún bien por una determinada cantidad de otro bien." O en otras palabras: todo el mundo tiene un precio. Recientemente dos economistas han analizado los datos de la asistencia a la iglesia y las donaciones de los fieles antes y después de la derogación en varios estados que impedían ciertas actividades en domingo con objeto de mantener ciertos "estándares de moral". Y efectivamente, Dios también tiene un precio y parece que empieza a ser demasiado elevado para los bolsillos.
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