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Todo esto me ha llevado a preguntarme: ¿hace falta tener conocimientos científicos para ver la estafa que representa semejante producto? ¿Es necesario haber acudido a la universidad, hace falta escuchar las conferencias del TED o leer a Stephen Jay Gould para saber que se trata de un engañabobos revestido de lenguaje pseudocientífico? Y la respuesta es un no tan obvio que duele. Lo único necesario es un mínimo sentido común. Las pulseritas mágicas son un detector de encefalogramas planos terminales.
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