Las "dificultades" de la Inspección de Hacienda. El boquete más amargo

Cuando la Guardia Civil o la Policía incautan un alijo de droga, o una determinada cantidad de dinero, surge siempre por aquí una broma recurrente sobre cómo va menguando la cantidad encontrada. Los doscientos kilos pasan a ciento cincuenta, que se convierten en cien, etc. Y mucho más cuando le fueron intervenidos trescientos mil euros a alguien, y el juez consiga doscientos cincuenta mil, de los que aparecen treinta mil en el depósito de pruebas.

Es injusto, pero es sano: está bien que desconfiemos de las autoridades. Todos sabemos, además, que ha habido unos cuantos guardias civiles y policías detenidos por tráfico de drogas, o por robos, porque hay garbanzos negros en todas las cazuelas.

Pero coño, ¿cuántos inspectores de Hacienda han sido detenidos por fraude fiscal? ¿No os parece raro que no haya casi ninguno? ¿No os parece casi mágico que no haya casi ninguno detenido por pedir o aceptar un soborno? Es casi milagroso, ¿verdad? Todo el día manejando cantidades enormes de dinero y cuesta encontrar casos. Y encima, los que se encuentran, ni se mencionan en los medios principales, como si se prefiriese pasar de puntillas sobre el tema.

La cuestión, me temo, es que se trata de un tema del que es mejor no hablar, porque crearñía una enorme alarma social. Y no porque haya más corruptos en Hacienda que en otros sitios: supongo que habrá el mismo porcentaje, más o menos, que en todas partes, porque no tengo a los trabajadores del Fisco por mejores ni por peores personas que los demás.

Sin embargo, no está de más hacer una reflexión sobre esa vieja queja de que siempre van a por los pequeñitos, mientras los grandes se escapan sistemáticamente. Las razones son muchas y hay que hablar de una vez con franqueza:

-La Hacienda Pública cuenta con pocos medios. Es incomprensible, pero una gran empresa puede contratar a más abogados para hacer la causa interminable que toda la plantilla con que cuenta la Agencia Tributaria en una delegación determinada. Imaginaos que mañana alguien quiere inspeccionar a Amancio Ortega, o a el Corte Inglés. ¿Cuántos inspectores harían falta para enfrentarse al equipo de asesores y abogados que puede pagar esa gente? Imaginaos ahora que no es una empresa tan enorme, sino una con cierta fuerza en una provincia pequeña. Que me perdonen los zamoranos, pero, por ejemplo, GAZA, que es la principal empresa de la provincia de Zamora. O Gullón, en Palencia. ¿Qué plantilla creéis que tiene la Agencia tributaria en Zamora o Palencia? Si se meten a eso, no hacen otra cosa en varios años.

-Lo anterior, que es muy grave, podría solventarse con voluntad y medios, pero hay un problema más: el factor humano. Supongamos que un inspector cualquiera inicia una investigación y encuentra un agujero fiscal de 30 millones de euros. Esto es , con sanción, un palo para el infractor de más de 50 millones y, muy probablemente, cárcel por Delito contra la Hacienda Pública. Decidme: ¿Cuánto estará dispuesto a ofrecer ese infractor a la inspección para que deje correr el asunto? ¿Cuánto ofreceríais vosotros? Luego está que haya suerte o no con quien te encuentres, claro, pero un tipo que tiene un sueldo de unos 65.000 al año, y cuatro años más para echarte mano si te pasas de listo, ¿Qué piensa de una oferta de veinte millones sabiendo que el los da se va a callar como una puta? ¿Y si además de esa zanahoria hay miedo al palo, porque con ese dinero se pueden hacer muchos encargos chungos? Porque el inspector tiene mujer, hijos, padres, novia. Y no tiene una pistola en casa ni estudió para pistolero. Normalmente es un cerebrito, ratón de biblioteca, que curró como un cabrón para sacarse la oposición y sigue currando como un cabrón en el día a día... Si se ve ante esa tesitura, ¿qué hace?

Pues habrá de todo, por supuesto. Hay tío heroicos que tiran para adelante y otros, es de suponer, que entierran la investigación y se labran el retiro o la excedencia. Pero la otra opción, la que tanto nos encabrona, es no meter el palo en el avispero y no abrir esa clase de investigaciones, por lo que pueda pasar. Porque lo seguro es repasar el IRPF del dentista y buscar facturas en negro, el Impuesto de Sociedades la panadería, y ver dónde compra la harina, o el IVA del albañil, que declara 1200€ al mes y tiene tres pisos.

Porque trabajo hay de sobra y es mejor no meterse en jaleos. Como la Guardia civil y la Policía en los poblados chabolistas, vaya. Mejor no entrar.

Por eso, cuando se habla de las enormes cifras de fraude, estaría bien que recordásemos que este tema es un poco como la droga: o se legaliza, o crea mafias.

Porque el que mueve la pasta, compra voluntades. Ya lo decía Quevedo:

¿Quién a los jueces con pasión

sin se ungüento hace humanos,

pues untándoles las manos

les ablanda el corazón?

¿Quien gasta su opilación

con oro y no con acero?

El dinero.