La tecnología evoluciona a una velocidad frenética. Los ordenadores no son los mismos que hace cinco años, cuando las tabletas apenas eran una excentricidad, y ya no digamos hace diez. Cuando tengamos hijos querremos contarles historias de nuestra juventud y, ya que no fuimos a la mili y no estaremos preparados para explicar nuestros desfases de Erasmus, no nos quedará más remedio que hablar de nuestra relación con los PC. Ahora bien, ¿comprenderán todo lo que hacíamos en el cambio de siglo?
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