Anders Behring Breivik, 32, años, rubio, alto, noruego, de ojos azules, enemigo del multiculturalismo, llegó al lugar con uniforme de policía, chaleco antibalas, dos armas de fuego y su incipiente barbita de macho cabrío. Estuvo una hora y media disparando. Iba de un lado a otro, reunía a los chicos, de entre 13 y 19 años, con instrucciones de policía. Cuando los tenía cerca, disparaba. Repartidos por el lugar, los chavales no sabían el origen de los disparos y para cuando veían el tranquilizador uniforme ya era tarde.
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