La ira se le manifiesta en los ojos al rey Alfonso VI, tremendamente furioso con su vasallo el Campeador. Ya han pasado cuatro años desde la traición sufrida durante el cerco de Aledo, pero el monarca no consigue digerir los éxitos militares y el dominio inapelable de Rodrigo Díaz de Vivar en el Levante, con capital en Valencia, cobrando parias a las taifas de la zona y unido al Condado de Barcelona por un acuerdo de paz tras derrotar a sus ejércitos en el campo de batalla.
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