Un traductor nigeriano de la policía que trafica con cocaína. Otro, ghanés, quiso comprar mercancía a los estafadores que investigaba, y un tercero, pakistaní, está acusado de organizar, mientras trabajaba para la policía, el secuestro de un niño de cinco años. Esos son algunos de los fallos de seguridad detectados tras la privatización del servicio de intérpretes de la policía.
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