Margaret Wagawicz, de Chicago, Illinois, era consciente de que su gato pasaba las noches fuera de casa, y lo veía regresar por la ventana de la cocina mientras ella tomaba los cereales del desayuno. «Nada que objetar a eso», asegura la señora Wagawicz, una profesora de geometría de 37 años de edad. «Me parecía lo más normal del mundo. Aunque quizá debí empezar a sospechar cuando regresaba con aquellos enormes sacos llenos de dinero e iba dejando un rastro de billetes por el pasillo.»
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