Madre e hija, tras apoderarse paulatinamente de los bienes de las dos hermanas ancianas, fueron mermando su calidad de vida hasta que se vieron obligadas a cambiar su residencia de un piso de 150 metros cuadrados en el distrito de Salamanca de Madrid a otro de 60 metros cuadrados ubicado en el distrito de Carabanchel de la capital, donde además se vieron obligadas a compartir vivienda con otras cuatro personas.
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