Las empresas de Recursos Humanos no sólo tienen psicólogos y personal especializado en entrevistas. Una buena empresa tiene que tener de todo.
Belarmino había sido pastor en la montaña. Luego lo llamaron para la mili y trabajó en las obras. Cuando la cosa vino mala, entró a trabajar en la limpieza, y un día, pasando la fregona, se le escapó un comentario que cambió su vida.
—Esos tres son bobos —dijo entonces.
Uno de los tres era el director gerente, recién despedido, y los otros dos sus abogados. A la espalda de Belarmino estaba el Presidente y propietario de la empresa.
—¿Por qué ha dicho eso? —le preguntó con cara de pocos amigos.
Belarmino estrujó la gorra entre las manos.
—Por los andares. Por cómo tratan de mantenerse tiesos, y cómo se chocan unos con otros.
El presidente volvió a su despacho sin responder una palabra. Una semana después le llegó a Belarmino una carta en la que se le invitaba a una reunión con una docena de candidatos para cubrir tres puestos importantes en una multinacional.
A la salida, el Presidente preguntó al antiguo pastor cuantos tontos había entre los candidatos y Belarmino citó a ocho. Las razones que aportó bastaron para que le cambiasen el mono de faena por un traje con chaleco y corbata. Oficialmente sería auxiliar de selección, pero en la casa se le conocería ya para siempre como el Detector de Tontos.
Él mismo veía un tonto en el espejo cuando se disfrazaba así. Seguramente lo fue durante un tiempo, pero con los años, su trabajo se ha hecho imprescindible.
De todas sus herramientas, la que mejores resultados le ha dado siempre es la del saludo: Belarmino reúne en una sala a los candidatos y los graba durante diez minutos. El modo de comportarse entre ellos antes de que aparezca el entrevistador aporta muchos datos.
A veces hace sonar ciertos ruidos por los altavoces. Un buen pedo suele ser eficaz.
Después, cuando empieza a cundir el nerviosismo, entra en la sala con ademán irritado.
—Buenas tardes a todos, menos a uno —grita.
Y los bobos pican siempre. Se les nota en la cara.
Esa frase es un detector de tontos infalible.