Todos los narradores conocen la combinación perfecta para una buena historia: una víctima, un villano y un héroe. Y lo que vale para la ficción sirve también para una buena teoría conspirativa. Por poner un ejemplo nada al azar: la situación de la nueva gripe y la próxima vacuna. El reparto es fácil: la víctima es la humanidad, la verdad científica, los pobres del mundo; los villanos, la industria farmacéutica, la Organización Mundial de la Salud; y el héroe una monja benedictina.
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