El arquitecto-escultor (más escultor que arquitecto) pretendía que se retirase la nueva pasarela adosada al puente por él diseñado, además de una indemnización de 250.000 euros, o por el contrario, en caso de no ser derribada la nueva pasarela, solicitaba una compensación de tres millones de euros. La cosa era sacar buena tajada sin dar palo al agua. Esta denuncia ha abierto el debate de hasta qué punto llega el límite de la "propiedad intelectual" en el caso de obra civil.
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