Pau era un niño querido. Sus padres no querían nada malo para él. Simplemente se dejaron engañar por los cantos de sirena de los vendedores de humo, por las teorías de la conspiración de los que se forran vendiendo libros en los que acusan de forrarse a las farmacéuticas. De los que hacen negocio con sus productos “naturales” mientras denuncian que los laboratorios hacen negocio con los suyos.
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