Nueva Zelanda es uno de los países más seculares del mundo, con casi la mitad de su población que se declara atea o agnóstica (el doble que en España). Sin embargo, hay un rincón del país donde la fe religiosa ha recuperado terreno. La región de Canterbury, en la isla del sur, ha visto como en el último año el número de creyentes ha aumentado. La explicación a esta anomalía podría estar en el terremoto que asoló su capital, Christchurch, en 2011. Cuando la tierra tembló, los hombres volvieron a mirar al cielo.
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