La depresión altera la visión y el contraste con el que se perciben los colores. Por eso, quienes la sufren ven el mundo literalmente de color gris. La retina, ubicada en la parte posterior del ojo, contiene células sensibles que convierten la luz en impulsos nerviosos y que el cerebro interpreta para permitirnos ver. Los pacientes con depresión tienen una capacidad mucho más baja de contraste en la retina que los que no sufren el trastorno.
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