Al doctor Shuster siempre le llamó la atención el ridículo volumen de la entrepierna de los culturistas, así que, ni corto ni perezoso, decidió estudiar el asunto a fondo. Armado de escáner y Photoshop, Shuster midió los píxeles que ocupaban los respectivos paquetes de cada uno de los grupos y confirmó que el área relativa de la entrepierna de los culturistas era un 60% del de los bailarines y un 50% del de los modelos de bañadores, el colectivo más “marcón”.
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