La demanda de autogobierno fue una constante en Euskadi y Cataluña a lo largo del siglo XX, y una consecuencia de la chapucera configuración de España como estadio nacional durante el siglo anterior. Todos los intentos de instauración democrática han tenido que afrontar ese problema. La llamada Transición también lo hizo, pero los dos grandes partidos encontraron una fórmula para desactivar esa demanda: extender el autogobierno a todas las regiones y neutralizar así el efecto particularista de territorios con una evidente conciencia nacional.
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