Nada más llegar al aeropuerto de Lima (Perú) fue detenida y encarcelada. La policía sostenía que debía cumplir una condena de ocho años. Se llama igual que la fugada que buscaban. El error le supuso pasar 13 días en el infierno. ¿El delito? Tráfico de drogas. Pero ella nunca había estado en Perú y jamás había tocado un gramo de droga. Sin duda, era un error. Porque su único delito era llamarse Isabel. La encerraron en una celda, separada solo por unos barrotes de presos soeces que bramaban de lujuria.
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