Se les ve vestidos de blanco, caminando por la ciudad vieja de Jerusalén; o rezando a horas intempestivas en el Muro de las Lamentaciones. Unos creen que son el Mesías, otros San Juan Bautista. Son los hombres y las mujeres que padecen el llamado síndrome de Jerusalén, la enfermedad mental que aflora en esta ciudad en forma de delirio místico y que en Semana Santa, temporada alta de peregrinaje, alcanza uno de sus picos.
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