Hace dos horas, me ha llamado por teléfono mi madre para contarme que WER , un buen amigo desde la infancia, se ha suicidado con un cóctel de tranquilizantes y con un jeringazo de una sustancia de la que hasta el momento desconocían su composición. He cortado de inmediato la conexión y juro que, al principio, me he cabreado sabiendo el pánico que le producían las agujas a mi colega. Supongo que ha sido terrible. Sin embargo, luego he sentido un alivio profundo y cierta delectación que me ha dado fuerzas para redactar este post.
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