Durante la declaración de los agentes de seguridad de la central ha quedado demostrada la actuación no violenta de los activistas de Greenpeace. Según los propios agentes, “la actitud de los activistas no fue violenta ni agresiva en ningún momento”. Uno de los vigilantes jurados de la central fue mordido por su propio perro y otro se enganchó en un alambre de espino, por lo que no se produjo ninguna agresión hacia ellos por parte de ningún activista.
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