Los católicos creen que la vida de todo embrión es sagrada desde el momento de su concepción, pero no creen que ese principio haya de entrañar que no puedan librarse guerras justas en las que se pierdan muchas vidas humanas. Si la vida humana fuera realmente sagrada, sería como mínimo dudoso que se pudiera en rigor matar a alguien por miedo a que nos mate. La iglesia ha permitido durante mucho tiempo esas excepciones al principio de inviolabilidad.
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