Darwin se nos describe a sí mismo en su Autobiografía como un agnóstico, nunca como un ateo. "El misterio del principio de todas las cosas es insoluble para nosotros, y yo, al menos, debo contentarme con seguir siendo un agnóstico". Tres años antes de su muerte, nos vuelve a repetir Darwin su actitud espiritual: "en mis fluctuaciones más extremas, jamás he sido ateo en el sentido de negar la existencia de un Dios." "(Darwin) considera que la Teoría de la Evolución es bastante compatible con la creencia en un Dios
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