¡Dad gracias a dios por la monarquía! ¡Un sistema político sin parangón!

La Monarquía como sistema político ha desaparecido ya de la mayor parte de los países democráticos occidentales. De forma pacífica o violenta, la mayoría de las monarquías europeas han dado lugar a distintos tipos de repúblicas, siendo inconcebible que pudieran volver atrás. En esto, España es un caso singular; en dos ocasiones se ha implantado una república y, en ambos casos por la fuerza, se ha restaurado la monarquía. De hecho, la segunda vez se aprovechó para limpiar el país, mediante el asesinato o el exilio, de cualquier persona que se hubiera destacado en la defensa del sistema republicano. Los 40 años siguientes de feroz dictadura sirvieron para profundizar todo lo posible en esta limpieza, propagando la idea de que la guerra civil española no había sido provocada por los golpistas fascistas que se alzaron en armas, sino que era el propio régimen legítimo republicano el culpable.

Sin embargo, la conjunción del carácter inherentemente antidemocrático de la monarquía y de su origen en una restauración propugnada por una dictadura fascista obliga necesariamente a medidas drásticas para sostener su prestigio entre la población. Es bien conocido que, desde la aprobación de la constitución del 78 que impuso la monarquía parlamentaria actual como única alternativa democrática a la dictadura, se sucedieron durante muchos años todo tipo de tretas para ocultar a la población cualquier información que pudiera dañar la imagen idílica de la familia real que se transmitía a través de los medios de información dominantes.

No es fácil engañar a todo el mundo durante mucho tiempo y, finalmente, salieron a la luz todo tipo de negocios turbios y viajes ocultos, aderezados con infidelidades matrimoniales, que llevaron al deterioro imparable de la reputación del rey Juan Carlos. La situación se volvió crítica, requiriendo medidas inmediatas para evitar la caída de la monarquía. En un movimiento que habría sido impensable pocos años atrás, el rey Juan Carlos abdicó dejando la corona a su hijo Felipe. Un movimiento que debería haber sido inútil pues en realidad no resolvía ninguno de los problemas que habían originado el deterioro de la institución monárquica. Pero la mayoría de los partidos políticos, incluido el gobierno, renunciaron a exigir las lógicas responsabilidades, tanto al anterior monarca, como al actual que le sucedía por el único mérito de ser su descendiente directo.

Desde entonces, un ejército de serviles pelotas y lameplatos se han ocupado de ensalzar en los medios cualquier tipo de actuación del rey actual. Una tarea que no es sencilla, pues las obligaciones del monarca, más allá de esporádicas apariciones públicas en las que el único mérito es dejarse ver, son realmente escasas.

Resulta por tanto vital que esta cuadrilla de tiralevitas aproveche la ocasión cuando le toca al rey cumplir el mandato constitucional de Proponer al Congreso de los Diputados el candidato a la presidencia del Gobierno tras consultar con los líderes políticos con representación parlamentaria. Naturalmente, esta tarea no es especialmente complicada. La única dificultad es sumar los diputados de todos los partidos dispuestos a apoyar a un candidato a presidente de gobierno y comprobar si la suma es mayor o igual que 176. Esto es de primero o segundo de Primaria.

Pero eso no es un obstáculo para adular al rey hasta la náusea. Un editorial de La Razón deduce que El Rey es ejemplo de sentido de Estado (1) atribuyéndole un desempeño ejemplar de sus funciones, el mérito de mantener los consensos básicos de una democracia avanzada como es la nuestra e impedir que la parálisis política dañe irremediablemente al conjunto de la Nación. ¡Ni las propias mitológicas tareas del semidiós Hércules pueden compararse a tamañas proezas!

Cabría pensar que no se podía esperar otra cosa del diario La Razón, pero es posible subir la apuesta. En el diario El País, que se supone más centrado, un artículo (2) firmado por un investigador de la Fundación Alternativas (supuestamente progresista) señala al rey como pieza clave para la lucha contra el cambio climático para movilizar a la sociedad en general, así como a los poderes políticos, sociales y económicos ante esos procesos de cambio tan necesarios ante el impacto del calentamiento global. Sorprende que no hayan avisado a países republicanos de nuestro entorno como Francia, Portugal, Italia o Alemania, para que instauren una monarquía ¡antes de que sea demasiado tarde para salvar al planeta!

A veces parece que uno va a encontrar algo de lucidez entre tanta ofuscación babosa. Es el caso de un artículo de El Confidencial (3) en el que se evidencia que el presidente de la República italiana, valiéndose de su legitimidad democrática, decidió buscar la estabilidad promoviendo una nueva mayoría gubernamental sin necesidad de elecciones. Una operación prohibida a un rey cuya única función es la de florero. El razonamiento parece impecable, pero al final le temblaron las piernas al autor. Para salvar a la monarquía, emplea un conocido y ridículo argumento monárquico: Pero imaginen por un momento que en España ese jefe de Estado fuera José Bono o José María Aznar. Lo de que el cargo de presidente de la república es por elección democrática y por tanto puede ser revocado tras cada mandato ya parece no importar.

 

Salud

 

 

(1) www.larazon.es/opinion/editorial/el-rey-ejemplo-de-sentido-de-estado-K

(2) elpais.com/economia/2019/09/19/alternativas/1568883745_757410.html

(3) blogs.elconfidencial.com/mundo/tribuna-internacional/2019-09-19/podria