Los hititas dedicaron buena parte del articulado de sus leyes a regular el comportamiento sexual con desconcertante precisión. Por ejemplo el Código del Nesilim, que se remonta a 1650-1500 a.C., estipula que si alguien mantenía relaciones sexuales con un cerdo o un perro, era condenado a muerte. Pero si en cambio se apareaban con un caballo o una mula, no había castigo. Sin embargo, después de algo así el ofensor no podría aproximarse al rey, ni tampoco ser sacerdote
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