Todo partió de un anónimo enviado hace meses a la Comisión por la Recuperación da Memoria Histórica. Citando a una de las pocas personas aún vivas que fue testigo de los hechos, situaba en el cementerio de Vilarraso en Aranga, y encajonada entre una pared de la iglesia y una hilera de nichos, una de las mayores fosas de víctimas de la represión franquista en Galicia. En ese pequeño cuadrado de tierra y hierba, reposarían, sin nombre ni recuerdo alguno, los cadáveres de más de una treintena de paseados, asesinados de un tiro por los franquistas.
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