Singular encuentro de sumo. Los protagonistas son bebés. ¡Y gana el que llora más alto! Algunos lo hacen ya antes de subir al ring. Otros sonríen hasta el final o incluso se quedan dormidos, pero la mayoría no tarda en echarse a llorar a pleno pulmón. Los más entusiasmados parecen sus orgullosos padres. Y es que para ellos, más que una crueldad, los llantos de un bebé son señal de buena salud.
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