Valorar económicamente el medio natural dista mucho de ser una tarea sencilla. La principal razón de esta dificultad reside en el hecho de que no existen mercados para la mayor parte de los bienes y males de naturaleza ambiental. Cuando no valoramos los bienes ambientales, solemos tender a asignarles implícitamente un valor nulo, lo que no permite una correcta conservación de éste o un valor infinito, lo cual carece de sentido práctico.
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