Durante dos décadas el mundo ha convivido con el descuartizamiento de Somalia sin inmutarse: se han sucedido los Juegos Olímpicos, las intervenciones militares con justificación humanitaria en Irak y en Libia, las Nocheviejas y las crisis financieras, y ahí siguen los somalíes, desangrándose. Cuando vuelvan las lluvias y perdamos de vista a los niños desnutridos, ¿tendremos la desvergüenza de volver a olvidarnos de Somalia?
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