Una peluquería de barrio regentada por un chico de mi edad que al acabar el corte me comentó (más informándome que pidiéndome permiso) que me iba a hacer una foto para subirla a la cuenta de Instagram de su negocio. Le dije que ni hablar, que nada de fotos, aboné los diez euros y me marché pensando "...y precisamente a Instagram".
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