¿Cuál es el límite entre la broma y la gamberrada, entre amonestar de forma verbal al ciudadano por una conducta incívica y multarle, entre sancionarle con la cuantía mínima o la máxima? Estos son algunos de los interrogantes que plantea la curiosa historia de Javier e Iván, dos adolescentes cartageneros de dieciséis años a cada uno de los cuales han multado con 300 euros por ensuciar la calle al tirar dos naranjas de un árbol de la calle a un amigo.
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