La decisión de impedir a Pablo Gorostiaga despedirse de su esposa Judith Uriarte se ha convertido en el ejemplo más reciente y lacerante de la política carcelaria. Su hijo Xabier ha narrado a GARA en nombre de la familia cómo fue esa lucha de cinco días por que su «aita» pudiera al menos dar un beso de despedida a la compañera de su vida
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