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¿Cuál es la motivación que hay detrás de la "inclusión" de mujeres y minorías raciales en el cine?

Hace unos días se dio a conocer el tráiler de La Sirenita donde podíamos observar cómo, la Ariel que todos conocíamos (de tez blanca), había cambiado de raza.

Este llamativo cambio se suma a otros tantos que en estos últimos años nos viene acostumbrando la industria del cine.

Ana Bolena

 

La hada madrina (Pinocho)

Valquiria (Thor)

 

Mary Jane (Spiderman)

 

El anciano (Dr. Strange)

 

Shun de Andrómeda, el caballero rosa (Los caballeros del zodiaco)

El señor de los anillos: Los anillos de poder



Starfire (Titans)

 

Heimdall (Thor)

 

Siendo justo, se debería decir que los cambios de raza también han sucedido en sentido inverso a lo largo de la historia hollywoodiense. Un ejemplo reciente es la “sangrante” transformación de Tigrilla en el Peter Pan de Joe Wright.

Pero donde especialmente las adaptaciones hollywoodienses siempre han “pecado” ha sido en lo que al mundo del anime se refiere.

Motoko (Ghost in the Shell)

 Light Yagami (Death Note)

Goku (Dragon Ball Evolution)

E incluso, si nos vamos a personajes históricos como el mismísimo Jesucristo, la lógica nos llevaría a pensar que sería más parecido a lo siguiente:

Parece ser que los seres humanos tenemos tendencia a adaptar, consciente o inconscientemente, ciertos aspectos de la realidad con nuestro mundo conocido. Por ejemplo, en Centroamérica y México existen lo que se conocen como “Cristos Negros”.

O en África, las divinidades y figuras protectoras son del siguiente estilo:

Por lo tanto, debemos partir de que hay una clara tendencia en los seres humanos a representar aquello que les es conocido. En consecuencia, no es de extrañar que los superhéroes de los años 30 y 40, como Mandrake el mago (1934), El fantasma (1936), Superman (1938), Batman (1939), Shazam (1939), Flash (1939), Linterna Verde (1939), Namor (1939), la Antorcha Humana (1939), Wonder Woman (1941), el Capitán América (1941), etc., que nacieron en EE.UU., en una época en la que había racismo tanto a nivel legal como social, y en donde, probablemente, la mayoría de dibujantes (creadores) fueran gente de raza blanca, en un lugar con mayoría de población de raza blanca, fuesen, obviamente, superhéroes de esa misma raza.

Cuando las cosas fueron cambiando, empezaron a surgir los superhéroes de raza negra: Black Panther (1966), Falcon (1969), John Stewart (1971), Luke Cage (1972), Blade (1973), Tormenta (1975), Cyborg (1980), etc.

Del mismo modo, ya podíamos ver a Sidney Poitier en la gran pantalla en los años 60, a Richard Roundtree, Bill Cosby o Richard Pryor en los 70, o a Eddy Muyphy, Will Smith, y Denzel Washington en los 80. A su vez, con el rotundo éxito del cine de artes marciales en China, estrellas consagradas como Jackie Chan o Jet Li, de otra minoría racial, decidieron migrar de continente y comenzar a grabar sus películas en Hollywood con gran éxito.

Por otro lado, las heroínas de los cómics también tuvieron su protagonismo décadas atrás: Wonder Woman, Tormenta, Capitana Marvel, Black Widow, Bruja Escarlata, She-hulk, etc. De igual modo, las heroínas de la gran pantalla ya realizaban sus primeras incursiones a partir de la década de los años 70 con Linda Carter (Wonder Woman), Sigourney Weaver (Ripley), Linda Hamilton (Sarah Connor), Brigitte Nielsen (Red Sonja), Cynthia Rothrock, Lucy Lawless (Xena), etc.

Entonces, si ya, desde hace décadas, teníamos asumido que las mujeres y las minorías raciales podían salir en la gran pantalla realizando todo tipo de personajes, ¿cuál es la motivación que guía a estos cambios actuales? Se me ocurren los siguientes motivos:

1)    Culpa: como se dijo arriba, Hollywood tiene una larga tradición de lo que se llama “blanqueamiento cinematográfico”, que se ha venido haciendo desde hace décadas, ya sea por razones cómicas (Mickey Rooney interpretando a un japones en Desayuno con diamantes), ya sea por el racismo de antaño, o ya sea por una cuestión de marketing (elegir a Tom Cruise para Al Filo del Mañana es mucho más atractivo y genera mucho más dinero que elegir a un japonés poco conocido). Así, como Hollywood está repleto de productores y directores blancos de género masculino, una forma que tiene este colectivo de redimirse de sus “pecados” por pertenecer a ese grupo, es dar la vuelta a la tortilla y realizar un “ennegramiento cinematográfico”.

2)    Marketing: este tipo de modificaciones suelen suponer una exagerada publicidad en beneficio del producto que se intenta vender. Como se suele decir: da igual que se hable mal o bien, lo importante es que se hable.

3)    Paternalismo, condescendencia: desde lo más alto de la pirámide social, ese grupito selecto de hombres blancos multimillonarios, de forma paternalista y condescendiente, deciden cambiar el sexo o la raza de un icónico personaje para que las “pobrecitas” minorías raciales puedan llegar a donde, según ellos creen, nunca llegarían si no es gracias a su intervención. Sería algo similar a las cuotas de género que acostumbramos a ver en nuestro país.

4)    Ideología: estas modificaciones son símbolos, mensajes de una cultura hegemónica subyacente que dice que las mujeres y las minorías raciales están oprimidas por el hombre, blanco y heterosexual, el archienemigo de occidente.

Pero no pensemos que estos cuatros aspectos tienen tan solo como objetivo cambios superficiales como el de raza o sexo, también modifican la historia. A saber, en la recientemente estrenada serie de She-Hulk, nuestra heroína ya no es salvada por su primo, que se ve obligado a realizarle una transfusión de sangre, ahora, ella es la que salva a Hulk de un accidente automovilístico y, mientras lo saca del coche, se ve contaminada por su sangre; además, es mejor que Hulk en todo, por no contar que a lo largo del primer capítulo no hace otra cosa que victimizarse por ser mujer y por lo injusto que es el mundo con ella. En la reciente serie de El señor de los Anillos, Galadriel, ella sola mata, de dos espadazos, en cinco segundos, a un Trol, cuando en La Comunidad del Anillo, ni Legolas, Áragorn, Gimbli, Gandalf y los cuatro hobbits juntos, pudieron matarlo en menos de 4 minutos que dura la escena, y después de que este hubiese atravesado a Frodo con una lanza creyéndolo fallecido. De igual manera sucede en la película de El Hobbit, donde ni toda la legión de enanos es capaz de acabar con uno solo de los trols, tan solo Gandalf lo consigue al hacerles ver la luz del sol. En el live-action de Mulan, la protagonista ya no se enamora al final de la obra ni se ve ayudada por Mushu, su dragón protector, ella sola se basta. En el Aladdin de Guy Ritchie, Jasmine se convierte en la nueva sultana. En Terminator Destino Oscuro, deciden matar a John Connor para que tome el testigo una mujer (como no, latina), que mide 1,55 cm, pero que es capaz de enfrentarse cuerpo a cuerpo contra un nuevo modelo de terminator líquido. En Aves de Presa, absolutamente, todos los hombres que salen en la película, son unos machirulos de la peor calaña que hacen la vida imposible a las protagonistas. Sin embargo, jamás una Sarah Connor se hubiese victimizado como She-hulk por ser mujer, o hubiese acabado con los terminators en cuestión de segundos como Galadriel con los trols, o hubiese renegado de la ayuda de Kyle Reese como Mulan con su dragón, o hubiese aceptado convertirse en la líder de la Resistencia como Jasmine se convierte en sultana. Y eso es lo que la hace una heroína de verdad.

En resumen, hubo un tiempo en el que Hollywood fue racista. Ese tiempo pasó y desde hace muchas décadas podemos disfrutar en la gran pantalla de personajes de distintas razas. Las cosas ya están bien, no hay nada que arreglar, ni ningún pecado que expiar. Del mismo modo, el cine siempre supo darnos verdaderos personajes femeninos fuertes y valientes. No hace falta forzar la máquina ni desterrar la feminidad de la mujer queriendo convertirla en un hombre todopoderoso. Tan solo queremos ver cine, no política.