Cuando Cornelis Norbertus Gijsbrechts pintó su “Cuadro al revés” en 1670 lo hizo casi como una broma. Parece ser que el cuadro se exponía junto a otros con intención de confundir y burlar a los visitantes, jugando con su condición de trampantojo. La etiqueta con el número “36″ vendría a ser el precio del cuadro para los incautos. Cuatro siglos después, el crítico Victor Stoichita escoge el lienzo del flamenco como el primer representante genuino de la pintura moderna.
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