La débil Tin Hlaing tuvo cuatro hijos, pero no volvió a verlos desde que la abandonaron con 70 años al borde de una carretera. Hoy vive en uno de los pocos centros de Birmania que alberga a ancianos. Cada vez más abuelos son abandonados. "A veces, en sus bolsillos, encontramos solo un mensaje con su nombre y su edad. Es todo. Cuando les hacemos preguntas no son capaces de responder", dice. En este país pobre de Asia de mayoría budista la jubilación no existe y un quinto de los ancianos trabajan.
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