Entretenida manera de acercarnos a la Inmaculada Concepción de la Constitución Española: el altísimo Tribunal de los Derechos Humanos de Estrasburgo, ese que nos mentan -y acatamos- como última opinión para acallar las críticas a la ley de partidos, es ahora puesto en entredicho cuando ha declarado claramente que la presencia de crucifijos en las aulas es una violación de la libertad religiosa (leo en Público).
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