Los cristianos no podemos decir la palabra pene sin sentirnos culpables, con miedo y avergonzados. Como pastor y sexólogo, yo sé que tenemos más problemas sexuales en las iglesias que en la sociedad en general. Y esto es penoso y no debería ser así. (...) En las iglesias callamos la sexualidad. El tema sexual es un tema pecaminoso, sucio, cargado de lascivia, lujuria y de morbosidad. (...) Algunos hombres vienen a consulta y describen la razón de su visita como “es que ya no me canta el ruiseñor”, “el pájaro ya no puede entrar en el nido” (...)
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