Es normal que la aparición de una pandemia como la covid-19 tenga un impacto relevante en la religiosidad de las personas. El confinamiento al que nos hemos sometido durante meses ha interrumpido drásticamente los hábitos que guiaban nuestras actividades, entre ellos todos los ritos religiosos. Y la repetición de rituales, como la asistencia a misas o procesiones, permiten asentar la fe o religión a las que van asociados. Asimismo, la religión puede ser vista por sus fieles como un pilar imprescindible para su relación con los demás, dando así sentido a su vida. Y el confinamiento ha cambiado radicalmente la manera en que tratamos a las personas de nuestro entorno. Es reseñable también que la natural ansiedad e incertidumbre que produce una pandemia como la que hemos vivido pudiera activar el sentimiento religioso en un afán de calmar estos sentimientos negativos, más aún en una situación en las que las relaciones sociales cambiaron profundamente.
Esta relación entre pandemia y religiosidad ha sido noticia en algunos medios. Por ejemplo, se ha mencionado (1) los estudios de una profesora de artes y Humanidades de la UOC en la que deduce que la pandemia ha aumentado el sentimiento religioso de los españoles. En apoyo de su tesis aduce por ejemplo la audiencia de la bendición urbi et orbi del Papa Francisco el pasado 27 de marzo en la cadena de TDT Trece financiada por la Conferencia Episcopal Española. Esta emisión fue lo más visto de la TDT durante el mes de marzo, siendo vista por 1.070.000 espectadores españoles y un 6,9 % de cuota de pantalla, el mejor resultado de Trece en toda su historia. Esta misma profesora menciona algunos otros hechos en favor de su tesis que inmediatamente se ve que son meramente anecdóticos ( como el padre nuestro de Rosalía en su twitter).
Es razonable también sostener la tesis contraria. La pandemia de Covid-19 puede evidenciar para muchas personas la inutilidad de la religión para combatir los efectos perversos de la enfermedad a nivel mundial. La ciencia, particularmente la epidemiología y la medicina, aparecen como instrumentos alternativos y realmente eficaces para ofrecer esperanzas a la humanidad.
Este antagonismo entre religión y ciencia puede dar lugar a apasionados debates en los que los participantes usen todo tipo de argumento para sostener la preeminencia de la ciencia sobre la religión o viceversa. Existe sin embargo otra manera de abordar este tema, acudir a los sondeos que se realizan sobre religiosidad y tratar de deducir la influencia de la pandemia sobre la religiosidad de los españoles.
Afortunadamente, existe un buen lugar para acudir en busca de esta información, los barómetros mensuales del CIS. Voy a utilizar aquí los de los meses de enero a junio de 2020. Empecemos mencionando que estos estos sondeos preguntan a los españoles sobre creencias religiosas dividiéndolos en las categorías: católico practicante, católico no practicante, agnóstico, no creyente o indiferente, y ateo. Los límites entre algunas de estas categorías es difuso. Al objeto de simplificar y dotar de robustez a los resultados, lo simplificaré en católico y no católicos (excluyo del análisis a los adscritos a otras religiones)
Hay que mencionar además que las estadísticas sobre religiosidad en España viene detectando una constante disminución de católicos. En 1976, año siguiente al fallecimiento de Franco y principio de la llamada transición, había en España (2) un 94% de católicos y un 2% de no creyentes, lo cual expresa claramente la eficaz labor realizada por la dictadura nacionalcatólica durante 40 años de represión. Al cabo de 44 años, los barómetros mensuales del CIS del año 2019 proporciona una media de 68,1% de católicos y un 27,5% de no católicos. Redondeando, eso equivale a aun bajada media de 0,6% de católicos por año. Para una población total actual de 42 millones de españoles, esto equivale a perder 250 000 católicos anuales.
Al analizar los barómetros de los meses de enero a junio de 2020, se observa una significativa caída de acatólico entre los meses de marzo y abril. Con objeto de minimizar la influencia del posible error muestral, ofrezco las cifras correspondiente a la media de los meses de enero, febrero y marzo (previos al comienzo del confinamiento), por un lado, y abril mayo y junio por otro (posteriores al comienzo del confinamiento). Las cifras que se obtienen son 67% de católicos y 29.63% de no católicos en los meses previos, y 61.2% de católicos y 36% de no católicos en los meses posteriores. Esto da aproximadamente una caída de un 6% en el número de católicos o, equivalentemente, 2millones y medio de personas. Una disminución, en un único mes, equivalente al paso de ¡10 años consecutivos! en el periodo que va desde el año 1976 hasta la actualidad.
La deducción es evidente. En contra de lo que parecían señalar algunos expertos uiversitarios, la pandemia de Covid-19 ha acelerado de una manera extraordinaria la pérdida de religiosidad en España. La religión no parece cubrir en absoluto su supuesto papel de consuelo ante las adversidades.
(1) www.uoc.edu/portal/es/news/actualitat/2020/189-crisis-coronavirus-reac
(2) elpais.com/politica/2012/08/18/actualidad/1345316026_572153.html