La gente tiende a pensar que la corrupción va siempre aparejada a una mala gestión de los fondos públicos cuando, en realidad, se trata exactamente de lo contrario. Los responsables de gobiernos e instituciones capaces de mantener el funcionamiento de estos organismos y al mismo tiempo de distraer fondos para otros menesteres, deberían ser, más que perseguidos, premiados por su imaginación y capacidad de gestión.
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